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Gestion del conocimiento I






Gestión del conocimiento. ¿Alguien sabe definirlo? La verdad es que es difícil. En un primer golpe de inspiración, a lo primero a lo que se suele llegar es a la diferenciación entre Conocimiento Explícito ( aquel que puede ser codificado y almacenado ) y Conocimiento Tácito ( aquel que sólo cada persona conoce, fruto de la experiencia y que es difícilmente explicable por su ambigüedad ). Y aquí es donde empiezan las dudas: ¿Cómo se mide el conocimiento necesario y el que ya se tiene? ¿Cómo se mide algo tácito? ¿Por qué se denomina como lo más importante algo que no se puede cuantificar ni controlar? 

Los modelos que hasta ahora han tratado de cuantificar el conocimiento como el Intelect, el Cuadro de Mando Integral, el Navigator Skandia o el Technology Broker, parecen ser muy buenos intentos de conseguir una rutina de control de intangibles. Pero su difícil universalización a todos los tipos de organizaciones y cuantificación, hacen que hoy en día se utilicen más como guía a tener en cuenta para clasificar las diferentes formas de conocimiento que nos podemos encontrar en la empresa. A raíz de esto y de preguntas, como las que nos hemos hecho anteriormente, hay muchas voces  críticas que se apresuran a afirmar que el conocimiento no es gestionable. Pero debo decir que todo el que piense esto está equivocado.

Cierto es que no es fácil ordenar y mover algo que no puedes tocar. Dejando de lado los modelos de gestión de C.I., los cuales me parecen muy acertados como primera idea que luego habrá que adaptar a nuestra realidad, me gustaría hacer hincapié en la clasificación primigenia de conocimiento que hemos hecho, ya que esa será nuestra principal herramienta. Para cualquier tipo de gestión, y más si cabe en este caso, necesitamos un alto grado de conocimiento explícito, desde formación hasta conocimiento del entorno y los varemos en los que se mueve la organización y sus integrantes. Y en segundo lugar haremos también uso de nuestro conocimiento tácito. Conocimiento que todos tenemos como seres sociales y con experiencias que somos. Y es que aunque la motivación o la felicidad no sean cuantificables, si son administrables, ya que todos sin excepción podemos identificar en otras personas su nivel de motivación o felicidad simplemente con el trato diario. De igual manera, esto también pasa con muchos otros aspectos del día a día, aspectos que de no cuidar y gestionar bien pueden mover la balanza de los activos tangibles con una sutilidad sublime.

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